
Esta vez, he resaltado el versículo 2:
“¿Hasta cuándo pondré consejos en mi alma, con tristezas en mi corazón cada día?
¿Hasta cuándo será enaltecido mi enemigo sobre mi?”
Cuando uno lee este salmo y los anteriores, puede entender que el rey David pasaba por momentos de terrible angustia. De desesperación, en algunos casos. El rey David clamaba por la protección de Dios ante el ataque de sus enemigos, clamaba por la justicia de Dios porque aparentemente las obras de los impíos, de los injustos prevalecían. David clamaba y uno puede sentir su clamor como un gemido de angustia. En estos Salmos podemos encontrar expresiones como:
“¡Oh Jehová, cuánto se han multiplicado mis adversarios! Muchos son los que se levantan contra mí”Y muchas más similares que me permiten comprender que David no sólo sufría, estaba angustiado, afligido. Y en ese contexto de aflicción, con ese mismo gemir y angustia dice:
“Levántate, Jehová; sálvame, Dios mío”
“Ten misericordia de mí, y oye mi oración”
“Castígalos, oh Dios; caigan por sus mismos consejos; por la multitud de sus transgresiones échalos fuera…”
“Mi alma también está muy turbada; y tú Jehová, ¿Hasta cuándo?”
“Vuélvete, oh Jehová, libra mi alma; sálvame por tu misericordia”
“Ten misericordia de mí, Jehová; Mira mi aflicción que padezco a causa de los que me aborrecen, tú que me levantas de las puertas de la muerte”
“¿Hasta cuándo pondré consejos en mi alma, con tristezas enEste versículo me llamó mucho la atención, pero como en un primer momento no lo entendí muy bien, mi intención fue pasarlo por alto y continuar con la lectura. Pero el Señor me llevó a meditar y a considerar esta sola frase…. y finalmente entendí lo que el Señor me quería decir. David, se presentó delante de Dios a clamar con su oración, y en su aflicción y clamor estaba esta frase: “¿Hasta cuándo pondré consejos en mi alma?”. En otras palabras, hasta cuándo actuaré de acuerdo a mi propio criterio? Hasta cuándo seré dueño de mis decisiones? Hasta cuándo seguiré actuando según mi propio parecer? Hasta cuándo, Dios mío? Este clamor, como los otros, era como un gemido de angustia, de sufrimiento, de hartazgo de estar en tal situación.
mi corazón cada día?”
Es raro que una persona se aflija de tal manera por ser “dueño de sus decisiones”. Por el contrario, esto es lo que se pregona hoy en día y es aquello de lo que muchos se enorgullecen. Pero el rey David estaba afligido, afligido al punto de decir que cada vez que ponía un consejo en su alma, lo hacía como él dice: “con tristezas en mi corazón cada día?” . ¿Por qué la aflicción de David? ¿Por qué se sentía afligido de tener que poner consejos en su alma? La respuesta es: PORQUE EL SABÍA LO QUE ERA ESCUCHAR Y SEGUIR EL CONSEJO DE DIOS. DAVID NO QUERÍA PONER CONSEJOS EN SU ALMA, QUERIA QUE DIOS PONGA CONSEJOS EN SU ESPÍRITU.
Cuando comprendí esto, me pregunté: ¿Estoy poniendo consejos en mi alma? ¿Dios está poniendo consejos en mi espíritu? ¿Noto la diferencia? ¿Sufro, si soy “el dueño de mis decisiones?, o en todo caso: ¿Quién es el dueño de mis decisiones? Cuando meditaba en esto y me hacía estas preguntas, vino a mi mente el versículo:
“Hay camino que al hombre le parece derecho, pero su fin es camino de muerte”
(Proverbios 16:25)
Las decisiones que tomamos según nuestro propio criterio, voluntad o conveniencia, pero sin el consejo de Dios; no garantizan nada bueno, sino todo lo contrario: le dan toda la ventaja al enemigo para que destruya nuestras vidas. Vuelvo nuevamente al versículo 2 (del Salmo 13), esta vez a la segunda parte: “¿Hasta cuándo será enaltecido mi enemigo sobre mi?” Cuando nuestra vida está regida por los consejos de Dios, el enemigo no puede oponer ninguna resistencia. ¿Será posible que el enemigo se enseñoree de mí si sigo exactamente el consejo de Dios? ¿Se podrá oponer a la voluntad del Todopoderoso? Pero, si el que toma la decisión según su propio consejo soy yo, ¿puedo tener la certeza de que el enemigo no podrá enfrentarme, o más bien todo lo contrario?
Por eso, amados hermanos, los animo (y me animo a mí mismo), una vez más, a que busquemos el rostro de Dios, a que clamemos por su consejo. Renunciemos a ser nuestros propios consejeros, que cuando nos demos cuenta de que es así nos sintamos mal y busquemos nuevamente, de todo corazón, el consejo de Dios.
“No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de
vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios,
agradable y perfecta” (Romanos 12:2)
Este versículo nos habla de una renovación, de una transformación de nuestro entendimiento, consistente en que podamos descubrir la buena voluntad de Dios. Una transformación de nuestro entendimiento que implica renunciar a nuestro propio criterio y voluntad para aceptar la voluntad de Dios y poder comprobar lo buena, agradable y perfecta que es. Por supuesto: MUCHO MEJOR DE LO QUE YO PUEDA SOÑAR PARA MI VIDA ES LO QUE DIOS TIENE EN SU CORAZÓN PARA MI.
Dios les bendiga,
Marco
No hay comentarios.:
Publicar un comentario