sábado, 11 de agosto de 2007

Perseguido, pero no desamparado


Salmos 35:17-28

Como en los versículos anteriores, este salmo muestra el clamor del rey David por ser librado de sus enemigos que con suma crueldad lo perseguían sin darle ninguna tregua.

Sin embargo, en medio de todo ese clamor, de esa angustia, hasta desesperación ("Muévete y despierta para hacerme justicia, Dios mío y Señor mío, para defender mi causa" v.23), encontramos el versículo 18, que parece salirse completamente del contexto de su clamor:

"Te confesaré en grande congregación; te alabaré en medio de numeroso pueblo" Salmo 35:18
Y luego, continúa con su clamor pidiéndole al Señor que lo defienda y que impida que sus enemigos se burlen de él, que sean avergonzados y que sus caminos sean confundidos.

Este versículo 18, es más una declaración de alabanza, una confesión de fe, que bien podría estar en cualquiera de los otros muchos salmos de exaltación y alabanza a nuestro Dios. ¿Cómo es que encaja aquí?

¿Qué había en el corazón de David?
Creo que lo que había era angustia, desesperación y el deseo que, de una vez por todas, Dios haga justicia, destruya el camino de sus enemigos y pague con justicia la fidelidad de su siervo.

Pero había algo más en su corazón: Por un momento, en medio del sufrimiento, David recordó su llamado, el propósito de Dios para su vida. David estaba llamado a ser rey sobre Israel, estaba llamado a sentarse en el trono de Israel. Sin embargo, su corazón no vio la honra que le habría de ser tributada, no vió las comodidades del palacio ni lo sabroso de las comidas. David no vio el poder ni las conquistas. Lo que estaba en el corazón de David era el gozo de ver que todo el pueblo habría de confesar el nombre del Señor y de alabarle con todo su corazón, y él (David) estaría en medio de ellos. Su anhelo no era estar a la cabeza o en una posición de honra, su deseo era estar en medio de una grande congregación alabando a nuestro buen Dios.

No estamos solos
Aunque sintamos que estamos en la noche más oscura, aunque parezca que somos injustamente perseguidos o que todo se vuelve en nuestra contra, debemos recordar que Dios tiene un propósito para nuestras vidas, un plan y que Él nunca nos desamparará ni nos dejará. Ninguna cosa creada nos puede apartar de su amor. Los dejo con un versículo que nos anima a que en medio de la prueba procuremos que la vida de Jesús se manifieste en nosotros.

"Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros, que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos. " 2 Corintios 4:7-10

Dios les bendiga,

Marco

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